A manera de preambulo narraré un día de guardia médica
Un atardecer de verano de hace muchos años viví esta experiencia que jamás podré olvidar. El reloj marcaba la hora diecinueve, el cuerpo extenuado, las manos a causa del agotamiento fisico sufrían calambres, una transpiración fría recorría mi frente, muchas horas de trajín sin descansar, dieciocho, contabilizadas en el servicio de urgencia de un hospital resultan aniquilantes.
Era como si los seres humanos se hubieran puesto de acuerdo para lastimarse, cada uno de los pacientes que ingresaba presentaba una lesión más grave al anterior.