Recuerdo las tardes de verano... siempre muy cerca de Samuel... procurando que repitiera las mismas historias...
Me encantaba estar a su lado, no me aburría , disfrutaba
cada uno de sus relatos.
Apenas contaba con diez años ... aún añoro la calidez de sus
palabras.
Pertenecia a una familia muy pudiente, había realizado numerosos viajes a Europa, vivió sin preocupaciones, la
juventud, la bohemia fue su compañera de ruta . Supo trajinar la filosofía Circense : hoy un sitio...mañana otro...
Era bueno en eso de realizar malabares con naranjas, puedo evocar la admiración con que mis pocos años asombrados
seguían con la mirada las piruetas que dibujaban las frutas
en el aire.
¡ Cuántas funciones hizo por mi...!
Producto de la ligereza con que vivió se enfermó de alcoholismo, la familia cuando contaba con treinta años lo internó en una institución para enfermos psiquiátricos y se desentendió de él.
Mi padre era él médico director y como parte de la terapia de rehabilitación hacia que los enfermos efectuaran tareas externas, ese fue el motivo por el cual Samuel se convirtió en un integrante más de nuestra familia.
Preparaba el desayuno... me despertaba para ir a la escuela...
cocinaba nuestro almuerzo... muy atento y consecuente trataba de resolver cualquier problema...
Jamás lo sentí enfermo, hoy a la distancia afirmo que para mi, teniendo en cuenta diferencias en las edades, era mi abuelo.
Además los niños se adueñan de los seres poseedores de una riqueza imaginativa porque los hacen recorrer caminos de fantasía sin moverse de su sitio.
La otra fortuna, la que da el dinero, cuando falleciera me la legaría.
Lo cierto es que un buen día reaparecieron dos hermanos y varios sobrinos, ¡ Cuántos obsequios!, ¡Cuántas visitas!...
Se quedó sin tiempo para venir a nuestra casa , otros ocuparon las horas del querido viejo.
Poco a poco le fueron diciendo que no tenía vivos a sus padres, por lo tanto era imprescindible que firmara unos papeles.
Cuando lo hizo todo se derrumbó...
¿ En que se equivocó para que las naranjas se desparramaran
por el suelo?...
Quedo otra vez solo...
¿Solo?...No. Continuó viniendo a nuestro hogar, estoy seguro que la tristeza nunca pudo vencerlo.
Mi querido Samuel aprendí a tu lado a no perder la ilusión de alcanzar la felicidad, estoy consciente que por intentarlo voy dejando parte de mi raciocinio.
De algo si estoy seguro: ¡Siempre voy atesorar los malabares de tu ternura.
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