¡Ay!, qué fria la mañana
la mañana amanecía
la mañana amanecía
sobre la vieja cañada
que la neblina acaricia…
¡Ay!, que ya el sol aparece
cual pincelada rojiza
y descubre entre guadales
las patrullas prevenidas;
que del dia veintiséis
el ejército se alista
en la Villa de Luján
donde rige la Justicia
el doctor Santos Quevedo
quien ordena la revista
pues ya Soler, de carrera,
de López y Alvear sabía
cuál era su posición
y cuantas eran sus listas…
(los de Santa Fe, a su vez,
de los porteños, sabían;
que es muy hábil general
el que manda las partidas)
Y ya se acercan las tropas
por el camino a Capilla,
y van llegando los cuerpos
de negros y artillería,
¡qué temor tiene los negros,
que creen en agüerías!...
Muy pronto verán llegar
la carga santafecina
que en Cañada de la Cruz
se ha presentado en guerrilla.
Temprano llega hasta allí
-la plaza estaba dormida-
el doctor Gavino Blanco
a tratar, en comitiva
con López, el general
el cese de las milicias
enfrentadas, que enlutaban
el norte de la provincia.
¡Y cómo luce el caudillo,
con su don de cortesía!
¡Y cómo brilla el afeite
en el juego de políticas…)
(Y además, no es nada torpe
de su lustrosa patilla
Un tropiezo de Pagola
Que con furia desmedida
Se abalanza al otro campo
con la vanguardia bravía,
rompe el velo de la paz,
de la paz que se cernía
¿Y Soler? ¿Qué hace Soler?
-los Cívicos requerían-
¡Y el capitán Calderón?
¿y Bianqui? ¿y Vidal?, ¿qué hacían?
¿Y dónde Domingo French,
el general de las cintas?...
Los Dragones, con Izquierdo,
¿cómo a la lid se atrevían?
A la derecha, Pagola
tuerce la milicia cívica,
que por ser mal aperada
la carga salió fallida
La de “arriba” se abalanza
sable en mano, guarnecida
y al grito de: “Viva López!
cruza las aguas tranquilas.
Alquien reza: es el rezar
quizás de un alma intranquila…
Los negros, lustrosos, rezan
y sus tristes ojos brillan:
ya Cepeda quedó atrás
¡Padre Nuestro! ¡Ave María!
Avistados los porteños,
del Areco se venía
el coronel Benavente:
descubierta la injusticia
de Pagola y de Soler,
los federales se animan;
caballada han de mudar,
que no hay artillería.
Cuando encima ven llegar
La tropa santafecina,
Manuel Antonio de Castro,
Dorrego, Dolz y Lezica
Mandarán tocar alarma
Por las milicias vencidas!
¿”Qué pronto habrás de tornar
el ímpetu de tus bridas”!
(así sonríe el caudillo
mientra su barba acaricia!)
El aire, que se estremece
por el juego de una brisa,
lleva lejos el fragor
de cañones y fusilas…
¡Yson catorce oficiales
que los de Santa Fe engrllan!
¡Y serán más de doscientos
los muertos que quedarían!...
Surgirán sombras que acusan…
Habrá manos que sindican…
¿Será Bianqui? ¿Calderon?
¿Quién ahora los concita?
Mas ya todo ha terminado
y se opacan las mejillas
del general derrotado
que a Puente Márquez enfila;
la cerviz dobla, abatido,
y en la derrota , delira:
“Que el oficio hay que mandar
con la luctosa noticia
a Su Excelencia, el Cabildo
con todo lujo de citas.
La fecha: junio veiniocho;
de gloria lo creí al día
para ofrendarlo a mi Patria…”
¡Ay! ¿cómo era que seguía?
…”Tengo el pesar de decir
a Su Ilustre Señoría…”
Ya la tarde se hace noche,
y la noche viene fria…
Un caballo chapotea
entre las aguas tranquilas…
La Cañada de la Cruz,
entre juncos, escondida,
se tiñe de color de sangre, de color sangre de heridas…
¡Ay!, que ya el sol aparece
cual pincelada rojiza
y descubre entre guadales
las patrullas prevenidas;
que del dia veintiséis
el ejército se alista
en la Villa de Luján
donde rige la Justicia
el doctor Santos Quevedo
quien ordena la revista
pues ya Soler, de carrera,
de López y Alvear sabía
cuál era su posición
y cuantas eran sus listas…
(los de Santa Fe, a su vez,
de los porteños, sabían;
que es muy hábil general
el que manda las partidas)
Y ya se acercan las tropas
por el camino a Capilla,
y van llegando los cuerpos
de negros y artillería,
¡qué temor tiene los negros,
que creen en agüerías!...
Muy pronto verán llegar
la carga santafecina
que en Cañada de la Cruz
se ha presentado en guerrilla.
Temprano llega hasta allí
-la plaza estaba dormida-
el doctor Gavino Blanco
a tratar, en comitiva
con López, el general
el cese de las milicias
enfrentadas, que enlutaban
el norte de la provincia.
¡Y cómo luce el caudillo,
con su don de cortesía!
¡Y cómo brilla el afeite
en el juego de políticas…)
(Y además, no es nada torpe
de su lustrosa patilla
Un tropiezo de Pagola
Que con furia desmedida
Se abalanza al otro campo
con la vanguardia bravía,
rompe el velo de la paz,
de la paz que se cernía
¿Y Soler? ¿Qué hace Soler?
-los Cívicos requerían-
¡Y el capitán Calderón?
¿y Bianqui? ¿y Vidal?, ¿qué hacían?
¿Y dónde Domingo French,
el general de las cintas?...
Los Dragones, con Izquierdo,
¿cómo a la lid se atrevían?
A la derecha, Pagola
tuerce la milicia cívica,
que por ser mal aperada
la carga salió fallida
La de “arriba” se abalanza
sable en mano, guarnecida
y al grito de: “Viva López!
cruza las aguas tranquilas.
Alquien reza: es el rezar
quizás de un alma intranquila…
Los negros, lustrosos, rezan
y sus tristes ojos brillan:
ya Cepeda quedó atrás
¡Padre Nuestro! ¡Ave María!
Avistados los porteños,
del Areco se venía
el coronel Benavente:
descubierta la injusticia
de Pagola y de Soler,
los federales se animan;
caballada han de mudar,
que no hay artillería.
Cuando encima ven llegar
La tropa santafecina,
Manuel Antonio de Castro,
Dorrego, Dolz y Lezica
Mandarán tocar alarma
Por las milicias vencidas!
¿”Qué pronto habrás de tornar
el ímpetu de tus bridas”!
(así sonríe el caudillo
mientra su barba acaricia!)
El aire, que se estremece
por el juego de una brisa,
lleva lejos el fragor
de cañones y fusilas…
¡Yson catorce oficiales
que los de Santa Fe engrllan!
¡Y serán más de doscientos
los muertos que quedarían!...
Surgirán sombras que acusan…
Habrá manos que sindican…
¿Será Bianqui? ¿Calderon?
¿Quién ahora los concita?
Mas ya todo ha terminado
y se opacan las mejillas
del general derrotado
que a Puente Márquez enfila;
la cerviz dobla, abatido,
y en la derrota , delira:
“Que el oficio hay que mandar
con la luctosa noticia
a Su Excelencia, el Cabildo
con todo lujo de citas.
La fecha: junio veiniocho;
de gloria lo creí al día
para ofrendarlo a mi Patria…”
¡Ay! ¿cómo era que seguía?
…”Tengo el pesar de decir
a Su Ilustre Señoría…”
Ya la tarde se hace noche,
y la noche viene fria…
Un caballo chapotea
entre las aguas tranquilas…
La Cañada de la Cruz,
entre juncos, escondida,
se tiñe de color de sangre, de color sangre de heridas…
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